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ARTICULOS DEL 10/1/2016 AL 29/3/2023 CONTRAPUNTO

ANTE LA MUERTE DE MI AMIGO JULIO ANGUITA

ARTÍCULOS Posted on Mié, mayo 20, 2020 12:30:02

En varias ocasiones me había desplazado a Córdoba invitado por Julio a dar una conferencia. Pero últimamente me venía insistiendo en que tenía que ir simplemente a pasar un rato juntos y a charlar. Por fin lo hice con Victor Ríos en febrero, unos días antes del confinamiento. Nos despedimos con un fuerte abrazo y el propósito de repetir el encuentro más adelante en Barcelona y en Madrid. Ya no podrá ser. Julio ha muerto. No quiero hacer un obituario al uso. Pienso que lo mejor es que transcriba las palabras que le dediqué el 30 de noviembre de 1998 con motivo de la presentación de su conferencia en el Club Siglo XXI.

“Buenas noches. Mis primeras palabras deben orientarse forzosamente a señalar el carácter paradójico de mi intervención. ¿Cómo voy a presentar yo a Julio Anguita? Mas bien la lógica indicaría que es él quien debería presentarme a mi. Julio Anguita, para mal de algunos y bien de muchos, es de sobra conocido y no precisa presentación.

Permítanme, por tanto, que no realice una presentación clásica, a todas luces superflua, y que mi intervención se centre en un solo acontecimiento, acontecimiento que estoy seguro de que modificó radicalmente su vida, pero que, según creo, ha modificado también de cierta manera la historia reciente de nuestro país. Me refiero a su designación como coordinador de Izquierda Unida, que le obligó a abandonar esa ciudad (Córdoba) de la que siempre se ha sentido enamorado -aún se le iluminan los ojos cuando habla de ella-, y adentrarse en los meandros tortuosos de la política, con mayúsculas, de esta villa y corte.

Y permítanme que lo haga recurriendo a la literatura, a una obra de Anouilh, “Thomas Becket o el honor de Dios”. No, no teman, la comparación no tiene por objeto lo de la santidad. Está fuera de lugar y no creo que sea una comparación adecuada.

No me interesa el personaje histórico, sino el literario, el existencial, tal como Anouilh lo describe. Becket, el Becket de la obra de teatro, se resiste a su candidatura como primado de la Iglesia de Inglaterra. Presiente que esa designación va a trastocar su vida y que las cosas nunca serán ya iguales.

Es el rey de Inglaterra, Enrique II Plantagenet, el que planifica y se empecina en su elección. En realidad diseña una mascarada, supone que colocando a su canciller como primado de la Iglesia de Inglaterra sometería esta a sus designios. Cree que el nuevo arzobispo de Canterbury, amigo y cómplice de juergas, subordinaría los intereses de la cruz a los de la espada.

Pero las cosas a veces se complican. Becket no estaba dispuesto a aceptar el papel de comparsa que se le había asignado. Si al comienzo siente pavor ante el nombramiento y por eso lo rehuye, es porque tiene la convicción de que el nuevo cargo va a encadenarle a una responsabilidad difícil de eludir. Lo que Anouilh llama “el honor de Dios”. Que es simple y llanamente ser honesto consigo mismo. No hacer trampa, en el lenguaje de los existencialistas. Becket sabía que iba a estar obligado a decir “no”.

Bien sabemos todos lo mucho que Anguita se resistió a su nombramiento. En esta ocasión no hubo un rey, pero sí un grupo de barones que tenían diseñado el camino a recorrer. Izquierda Unida debería caminar hacia la modernidad, hacia la moderación, hacia lo políticamente correcto; buscaron alguien que por una parte tuviese tirón electoral, gancho popular y que al mismo tiempo fuese manejable, instrumento dócil en sus manos. Nada mejor que alguien de provincias, desconocedor de los intríngulis y artificios de la Corte, y, por lo tanto, fácilmente manipulable, adaptable a sus designios.

Ahora que en Europa se ha puesto de moda lo de la tercera vía, deberíamos recordar que nuestro país ha sido pionero en la materia. La izquierda española estuvo presta a acomodarse a las exigencias del pragmatismo. Gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones. El mérito de Julio Anguita ha consistido en haber sabido decir “no”. En entender que había una raya que no era lícito traspasar; que más allá la izquierda dejaba de ser izquierda. Se perdía la identidad aunque se mantuviese el nombre. Un simple problema de dignidad.

Los personajes de Anouilh (Becket, Antígona o la Juana de Arco de La Alondra) tienen todos algo en común. En primer lugar están predestinados a decir que no. A oponerse. Pueden parecer fanáticos pero nada más lejos de la realidad, en el fondo están llenos de dudas e incertidumbres. Aunque eso sí, son conscientes de su destino, de que, si quieren ser fieles a sí mismos, si no quieren perder el honor, no tienen más remedio que decir “no”. Lo hacen con naturalidad, con cierta sencillez, pero es esa misma sencillez y naturalidad la que en un mundo en el que todos están dispuestos a ceder, les hace parecer tercos y cerriles.

A Julio Anguita, en una campaña bien orquestada de desprestigio, se le ha identificado con el dogmatismo y la intransigencia. Quien haya tratado con él personalmente conoce de sobra la diferencia que existe entre el Anguita real: tímido, reflexivo y negociador -casi un poco gitano a la hora de aunar voluntades y tendencias-, enemigo de las divisiones y las contiendas, consciente de la complejidad de la realidad, y por lo mismo contrario al fanatismo de cualquier ideología cerrada, y el Anguita que nos presentan los medios de comunicación y las elites dominantes.

Como buen cordobés, heredero de varias culturas, sabe de los resultados nefastos que acarrea todo intento por parte de una de aplastar a las demás. De su talante dialogante dan buena prueba sus muchos años en la alcaldía de Córdoba. Eran los tiempos en que los enemigos acérrimos del PC, para explicar cómo un comunista podía ganar reiteradamente la alcaldía de una ciudad como Córdoba, afirmaban que Anguita era otra cosa. De su carácter dialogante son buena prueba también estos años al frente de la dirección de Izquierda Unida. El que verdaderamente conozca desde dentro lo ocurrido y no se haya dejado intoxicar por el mensaje interesado de determinados estamentos sabe que ninguna fuerza política hubiera permitido y aguantado durante tanto tiempo lo que ha soportado la dirección de IU. Un torpedo bajo su línea de flotación, una quinta columna trabajando para otra formación política.

Pero ello no es incompatible con la firmeza para defender las propias convicciones. Llegado cierto límite hay una frontera que no se puede cruzar, aquella en la que como los héroes de Anouilh se está obligado a decir “no”. Simplemente porque el capricho del destino lo ha colocado a uno ahí, no queda otro remedio, con sencillez con naturalidad. Anguita ha sabido entender que llegado a ese punto, ceder es entregarse y traicionar lo que en este país queda de izquierda, e incluso cerrar toda posibilidad a que exista en el futuro. En una sociedad en la que prácticamente todo el mundo está dispuesto a venderse por un plato de lentejas, en la que es tan fuerte la tentación de respetabilidad, de ser tenido por moderno, de recibir el aplauso social, aplauso que administran lógicamente las fuerzas dominantes, Anguita comprende que le ha tocado decir “no”, porque en ese “no” se juega la identidad de la izquierda, el honor de la izquierda.

Los héroes de Anouilh tienen una segunda cosa en común: la soledad. Están condenados a ella. Es el precio que hay que pagar por osar decir no. Yo me temo que Julio sabe también mucho de soledad. Que a lo largo de estos años ha sentido su zarpazo. Soledad, supongo, sentida cuando tuvo que enfrentarse precisamente a aquellos que le habían traído a Madrid, y que comenzaron a combatirle tan pronto como se sintieron decepcionados al comprobar que no se conformaba con ser una marioneta en sus manos, que no aceptaba seguir el camino que ellos habían diseñado. Soledad, al oponerse a todos los intereses desatados para que Izquierda Unida cediese y se adaptase y se acoplase a ese nuevo discurso, que de izquierdas solo tiene el nombre y que en el fondo no es más que neoliberalismo disfrazado. Soledad, al desencadenarse la mayor campaña de desprestigio, burla y ridiculización que haya sufrido un político.

Y no es que a Anguita le falten amigos, que no tenga colaboradores e incluso adeptos. Es patente su capacidad de convocatoria. Pero, a la hora de la verdad, sabe muy bien que es a él al que le ha tocado estar situado ahí, y que nadie puede hacer por él lo que a él le ha tocado hacer. Se suele afirmar que todos nacemos solos, y morimos solos. Decir “no” es morir un poco. Y por lo tanto, todos cuando nos toca decir no lo hacemos en total soledad.

Estoy seguro de que el contacto con la gente ha llenado a Anguita de humanidad, pero ha sido en la soledad donde se ha curtido, se ha endurecido y se ha hecho el político que hoy es.

Por último, hay una tercera característica común en los personajes de las tragedias de Anouilh. Su debilidad, su aparente fracaso. En una primera impresión superficial, todos pierden. Becket es asesinado por los barones del rey; Juana de Arco condenada a la hoguera por un tribunal eclesiástico; Antígona mandada ejecutar por su tío Creonte. No es que yo crea que Julio Anguita va a terminar así, aunque quizás a  algunos les encantaría. Estos finales son naturalmente artificios dramáticos y poéticos, pero que descubren el mensaje que Anouilh intenta transmitirnos, porque ninguna de las obras termina ahí, todas tienen una escena más en la que se muestra que el esfuerzo no ha sido en balde y que la rebeldía de los protagonistas ha dado su fruto. La derrota termina trocándose en victoria.

Esa es, a mi entender, la verdadera enseñanza de todas estas tragedias: que el poder no está únicamente en los estamentos y en las instituciones; que hay un poder real efectivo en la rebeldía, en la oposición, en la negativa a claudicar y que, aunque aparentemente no se vea, antes o después termina siendo eficaz.

Ante un mundo político que mantiene un concepto unívoco de eficacia, el de estar en el gobierno, hay que reivindicar la fuerza que deriva de la oposición, de la contestación. Ante una izquierda que con tal de integrarse en los ámbitos de poder está dispuesta muchas veces a renunciar a sus valores y principios, hay que proclamar la supremacía de la negación.

El triunfo más inmediato de IU, y por lo tanto de Julio Anguita, es simplemente estar ahí, con sus defectos, lacras y carencias, pero como contrapunto y contrapeso a una tendencia que conduce irremisiblemente a la desaparición de la izquierda.

Esta noche, Anguita, vuelve a estar aquí entre nosotros en este Club Siglo XXI, retorna, estoy seguro, para decir “no” a muchas cosas, para defender una vez más el honor de la izquierda, ese es su mejor título de presentación. No necesita otro. “

Julio Anguita ya no se encuentra entre nosotros pero nos queda su legado.

Y quizás su evocación para gritar con Miguel Hernández.

“A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero

que tenemos que hablar de muchas cosas

compañero del alma, compañero”.

Republica.com



ECO DE LOS SUCESOS POLÍTICOS DE NAVIDAD

ARTÍCULOS Posted on Mar, enero 15, 2019 00:04:13

Las fiestas navideñas han finalizado, dejando en nuestra sociedad el eco de elocuentes acontecimientos políticos. Estos comenzaron antes de que los niños de San Ildefonso cantaran el gordo, con ocurrencias y sancheces. El presidente del Gobierno -en esa gesta de comprar a los secesionistas y en la creencia un tanto ingenua y fatua, como la de Zapatero en su momento, de que les iba a tener, por la sola virtud de su palabra, domesticados- había proyectado la celebración de un Consejo de Ministros en Cataluña, con reunión incluida de Pedro Sánchez con el xenófobo (Sánchez dixit) presidente de la Generalitat.

No merece la pena insistir en el desastre constituido tanto por la humillación de un Consejo de Ministros celebrado en estado de sitio, como por la imagen denigrante de una reunión bilateral con un comunicado más denigrante aún. De ello ya se ha dicho casi todo. Tan solo queda resaltar los recursos públicos derrochados por un capricho y el intento de blanquear la enorme equivocación, planificando la celebración en el futuro de consejos de ministros en todas las Autonomías, lo que es totalmente inútil y poco práctico.

El 24 de diciembre, a eso de las nueve de la noche, el rey se dirigió por televisión, según es tradición, a todos los españoles. Siempre me ha parecido una costumbre bastante vacua. Por principio, los discursos del rey, dado su carácter institucional de neutralidad, tienen que reducirse por fuerza (y malo sería lo contrario) a meras generalidades, que lógicamente han venido siendo aplaudidas y ponderadas por todos los partidos políticos, aunque, eso sí, cada uno de ellos acercando el ascua a su sardina, resaltando los aspectos que van más en consonancia con sus planteamientos, incluso dando en ocasiones una lectura torticera a las palabras del monarca. De ahí que, por ejemplo, los sanchistas se hayan apresurado este año a identificar la convivencia, situada por la Corona en el centro de su alocución, con el diálogo que propugna Pedro Sánchez, cuando se parece mucho más a la conllevanza que defendía Ortega.

Lo que no era normal en otros tiempos ha pasado a serlo ahora. Por eso, las palabras del rey se han convertido en polémicas. Para los golpistas catalanes todas las ocasiones son pocas para arremeter contra la Corona. Necesitan encarnar en algo o en alguien el origen de la supuesta e imaginaria opresión. Nadie puede creer que Extremadura, Andalucía, Galicia o Canarias, por ejemplo, puedan explotar a una de las regiones más ricas y que más ha intervenido en todas las épocas (Borbones, República, franquismo, democracia) en el gobierno de la nación. Necesitan fabricar un sujeto quimérico (del que predicar como soporte) al que atribuir todos los supuestos abusos e injusticias que dicen padecer: Estado español, Madrid, etc. Ahora que no está Rajoy, el rey ocupa su lugar (aun cuando sea contradictorio con el papel constitucional del monarca), puesto que hay que preservar a Pedro Sánchez, principal apoyo de los independentistas. ¿Nos hemos olvidado ya de que Torra era uno de los energúmenos que gritaban en la puerta de Ferraz la noche en la que el actual presidente del Gobierno tuvo que renunciar a la Secretaría General de su partido forzado por el Comité Federal?

Torra arremete contra el rey negando lo evidente. Según él, en Cataluña no hay un problema de convivencia, sino de injusticia y opresión. Las tres cosas se pueden dar al mismo tiempo. Es evidente que si en algún sitio la convivencia está en crisis es en Cataluña, como en su día estuvo, y en gran medida aún lo está, en el País Vasco. La población se encuentra fuertemente dividida en dos mitades, pero es esa misma división la que ha originado la injusticia y la opresión. La dictadura que una de las mitades intenta imponer a la otra, mediante la coacción y la fuerza que le proporciona el control de la Generalitat.

El rey en su discurso se refirió a la deuda que la sociedad tiene con los jóvenes. Tal afirmación solo se entiende desde el interés del propio monarca, ya que es consciente de que son esas generaciones las que ponen más en duda la utilidad de la monarquía. Puestos a considerar deudas, yo diría más bien que son los jóvenes actuales los que tienen una deuda con la sociedad y con las otras generaciones, especialmente con la de sus abuelos. Solo hay que contemplar el estado de la sociedad de hace 50 años y compararlo con el de la actual; contrastar los medios con que contaban y las condiciones en las que vivieron los jóvenes de entonces y los de ahora, desde la educación hasta el nivel de vida, incluyendo incluso la vivienda. El hecho de que la renta per cápita y la productividad actual sean más del doble que las de entonces, así como el progreso y el desarrollo, no ha caído del cielo, sino del esfuerzo, del trabajo y de los impuestos de las generaciones anteriores.

Los jóvenes actuales (al igual que los mayores) de las clases bajas y trabajadoras podrán tener sus lógicas y justas exigencias y reivindicaciones frente a los gobernantes y frente a las oligarquías económicas y financieras. Pero no es lícito, ni conveniente, plantear el conflicto en términos generacionales porque, en todo caso, serían las generaciones jóvenes las que tendrían una deuda contraída frente a los jubilados y los pensionistas actuales, que en su gran mayoría carecieron de la posibilidad de estudiar, que en términos generales afrontaron una vida mucho más dura que la de ahora, que padecieron una dictadura y tuvieron que inventarse cómo se salía de ella, y que gracias a su trabajo y esfuerzo hicieron que la sociedad evolucionara hasta el grado de desarrollo que ahora disfrutamos.

Es por todo ello por lo que resulta un tanto indignante que se dude de su legitimidad a cobrar unas pensiones dignas y de su derecho a no perder año tras año poder adquisitivo. Resulta insultante que se considere injusto para las próximas generaciones el mantenimiento de las pensiones, basándose en que el número de activos por pasivos se reducirá, sin considerar que la productividad de los activos será mucho mayor gracias precisamente al esfuerzo de los propios jubilados en el pasado.

Es posible que fuese casualidad, pero el día no pudo resultar más a propósito para la comparecencia del presidente del Gobierno: 28 de diciembre, día de los inocentes, porque inocentada fue toda su comparecencia orientada a cantar las bondades y méritos de su corta estancia en la Moncloa. “En siete meses, el Gobierno ha hecho más por la justicia social, la regeneración y la concordia que el anterior en siete años”. Nos tomó a todos por inocentes. Cantó las excelencias de la economía española, en claro contraste con lo que opinaba cuando estaba en la oposición. En realidad, eso no constituyó ninguna novedad, ya que sabemos por la elocuente Carmen Calvo que uno es el Pedro Sánchez presidente del Gobierno, y otro el Pedro Sánchez anterior a la moción de censura.

Más chusca aún si cabe es su pretensión de que esas virtudes que pondera de la economía española se deban a su buen hacer en sus siete meses en el gobierno. Curiosamente, la economía se está desacelerando y, por tanto, los datos de los últimos meses son peores que los de los anteriores, deterioro que, para ser honestos, no se puede achacar al Gobierno Sánchez, pero lógicamente tampoco lo bueno o lo malo de la situación económica actual, que, para bien o para mal, hay que predicar del anterior Ejecutivo. En Economía, los efectos se producen con desfases de varios años. Eso hace que a menudo los resultados positivos o negativos de las medidas económicas recaigan sobre un gobierno distinto del que las adoptó.

En materia política, el discurso del presidente del Gobierno fue algo más que una inocentada, constituyó un alarde de cinismo e hipocresía. Valga como muestra su pretensión de convencernos de que era una indignidad alcanzar el gobierno de Andalucía con el apoyo de Vox, y que tal hecho no es comparable con conseguir la presidencia del Gobierno mediante los votos de los secesionistas y antiguos terroristas. Ciertamente no son hechos comparables. El primero es perfectamente lícito, como lo es el acuerdo de Pedro Sánchez con Podemos, sean cuales sean las opiniones que se tengan de estas y de las otras formaciones políticas. La cosa cambia radicalmente cuando entran en juego partidos golpistas cuya finalidad es rebelarse contra la Constitución y quebrar el Estado. Puede ser legal, pero resulta reprobable ética y políticamente. Su intento de distinguir entre investidura y moción de censura no se sostiene, en el entendido de que en España la moción de censura tiene que ser siempre constructiva. En su cinismo se atrevió a mantener que él gobierna con el Parlamento, cuando los únicos que le sostienen en el Parlamento son golpistas, antiguos terroristas o formaciones políticas que viven en el filo de la inconstitucionalidad.

La rebelión continúa y por si a Pedro Sánchez se le había olvidado se lo recordaba dos días más tarde, el 30 de diciembre, el xenófobo presidente de la Generalitat llamando a sus huestes a sublevarse. Para que no quedase duda de a qué se refería, lo rubricó con una frase de Kennedy, sacada por supuesto de contexto, “Solo los que se atreven a arriesgar mucho pueden conseguir mucho”. Anunció que se proponía poner de nuevo en vigor las leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional. En cualquiera de esos países que se llaman democráticos y que pretenden dar lecciones de libertad al nuestro es inimaginable que el gobernador de una región o de un estado federado se declarase en rebeldía, incitase a violar la Constitución y continuase en el cargo.

En España no solo continúan en el cargo, sino que, además, se les premia. Así, las Navidades acababan con la comparecencia del vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés, anunciando que en 2019 la Comunidad Autonómica de Cataluña no acudirá al Fondo de Liquidez Autonómico (FLA). Por la solemnidad con la que se hizo el anuncio parecería que la Generalitat tiene ya capacidad para financiarse en los mercados, pero no es así. Las principales agencias de calificación continúan dando a sus títulos la condición de bonos basura, por lo que tendrá que seguir dependiendo de los préstamos del Estado, solo que por otro mecanismo más cómodo, el Fondo de Flexibilidad Financiera (FFF) y en el que el control del Estado es mucho más laxo. El tránsito de uno a otro fondo no depende de la voluntad de quienes perciben el préstamo, sino de la autorización del Ministerio de Hacienda, condicionada al cumplimiento de determinados requisitos: déficit, endeudamiento y pago a proveedores.

No deja de ser sorprendente que este año, aun cuando la Generalitat carece de presupuesto y el Parlamento se encuentra casi paralizado, coincidiendo con el ascenso de Sánchez a la Moncloa, el Ministerio de Hacienda, ¡oh, portento! de por buena la observancia de los requisitos anteriores, que desde 2006 no cumplía. Milagros de la contabilidad creativa. Pero todo tiene un límite y hay cosas que son imposibles de esconder, por ejemplo, la indemnización de más de 1.037 millones de euros que la Generalitat tiene que pagar a Acciona por haberle rescindido el contrato adjudicado en 2012 para la gestión de Aguas del Ter-Llobregat (ATLL), con la finalidad, según dicen, de crear estructuras de Estado.

La Generalitat pretende que el Ministerio de Hacienda le permita imputar este gasto a 2019 porque, de lo contrario, el déficit de 2018 se duplicaría y no podría cumplir el objetivo, en el caso de que previamente lo cumpliese. La cuestión radica en que Hacienda no puede cambiar la naturaleza de los hechos y de las operaciones financieras. El pago se puede efectuar cuando se quiera, pero el gasto se había realizado con anterioridad al 31 de diciembre, puesto que la Generalitat había contraído ya la obligación frente a un tercero, luego la imputación a 2018 no es discrecional, a no ser que la ministra licenciada en Medicina esté dispuesta a cualquier cacicada con tal de contentar al jefe. Abandonar el FLA no tiene tanto una finalidad económica como política; lo dijo el secretario general de Economía del Govern, la Generalitat tendría un grado de soberanía económica mayor, y ahí es donde radica el peligro.

Después de un golpe de Estado que continúa latente, y presto a repetirse en cualquier momento, lo correcto no parece ser conceder más cotas de autonomía e independencia a la Comunidad Autónoma catalana. El Gobierno no se cansa de repetir que fuera de la ley, nada, pero es que dentro de la ley hay muchas cosas que no son justas, ni políticamente convenientes. No es justo que el Gobierno se niegue a reformar el sistema de financiación autonómica a efectos de tener las manos libres y poder beneficiar a una de las regiones más ricas de España en detrimento de las otras Autonomías y precisamente como premio a una intentona golpista. No es conveniente desde un punto de vista político proporcionar más medios a los que no se privan de manifestar reiteradamente que están dispuestos a sublevarse de nuevo. Solo las ansias de permanecer en el poder a cualquier precio pueden explicar tamaños desatinos.

republica.com 11-1-2019