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ARTICULOS DEL 10/1/2016 AL 29/3/2023 CONTRAPUNTO

LOS EMPRESARIOS SE CABREAN

HACIENDA PÚBLICA Posted on Mar, enero 03, 2017 10:06:02

Anda el mundo empresarial un poco revuelto con la reforma del impuesto de sociedades aprobada en Consejo de Ministros el pasado 2 de diciembre. Desde los distintos estamentos y asociaciones se ha lanzado todo tipo de exabruptos y se ha anunciado toda clase de males. El presidente de la patronal ha llegado a calificar la medida de desprestigio total de la marca España, y ha pronosticado que sembrará la desconfianza y originará una huida de la inversión extranjera. En la misma línea se han pronunciado la asociación Fomento de Trabajo y Javier Vega de Seoane en nombre del Círculo de Empresarios. El Registro de Economistas Asesores Fiscales ha alertado de que exigir mayor esfuerzo fiscal a las empresas es poner en peligro muchas de ellas y, en definitiva, querer matar a la vaca con lo que ya no habrá leche en los próximos años; y José Luis Feito, desde el Instituto de Estudios Económicos, centro generador de ideología de los empresarios, ha advertido a su antecesor en el puesto y ahora ministro de que la medida reducirá la inversión, el crecimiento y el empleo.

Toda esta algarada lo único que demuestra es que las empresas se habían acostumbrado a no pagar impuestos y llevan muy mal el que, si bien de forma todavía muy moderada, se pretenda que el tipo efectivo del tributo, que había llegado a alcanzar cifras ridículas, se acerque aunque sea levemente al nominal. Determinadas deducciones han vaciado y vacían aún de contenido el gravamen. Especial importancia tiene lo referente a la inversión en el exterior, eximiendo de tributación todas las ganancias (bien sean plusvalías o dividendos) generadas en el extranjero. Los defensores de la exención se escudan en la necesidad de evitar la doble imposición, puesto que se supone -lo que es mucho suponer- que la empresa ya ha sido gravada en el país extranjero. Pero no se entiende entonces por qué no se admite el mismo criterio en el impuesto sobre la renta para los pequeños inversores, e incluso se entiende menos que, hasta ahora que se corrige, se pudieran deducir las minusvalías cuando no se computan los ingresos.

El trato de favor de que han gozado las empresas en lo relativo a la inversión en el extranjero se ha puesto estos días en evidencia con la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que da la razón a la Comisión en contra del Estado español, al considerar ayudas de Estado (y que por lo tanto deben ser reembolsadas) la posibilidad concedida por la Hacienda española a las sociedades para amortizar durante veinte años (y deducir sus cuotas en el impuesto de sociedades) el Fondo de Comercio, diferencia entre el valor real y el de compra en la adquisición de empresas extranjeras o participaciones en ellas, siempre que su cuantía sea superior al 5% del capital.

Los empresarios se han mostrado especialmente sensibles a tener que incorporar a la base imponible durante cinco años (un 20% cada año) lo deducido con anterioridad a 2013 por minusvalías estimadas pero no realizadas. Argumentan que su aplicación tiene un cierto carácter retroactivo. La verdad es que este régimen fiscal vigente hasta 2013, pero cuyas consecuencias continúan en la actualidad, nunca se debería haber aplicado y, en todo caso conviene aclarar que la deducción ha tenido siempre un carácter provisional, ya que podía ser reversible en el momento de la realización del activo si la minusvalía contabilizada no coincidía, lo que sería bastante probable, con la real. En el fondo, supone un cierto préstamo que la Hacienda Pública ha realizado a las empresas (y ahora se le reclama) a expensas de una liquidación definitiva cuando se realizasen los activos.

Se da un cierto fariseísmo en el mundo empresarial y económico. Echan pestes contra el déficit público pero se encabritan en cuanto se incrementan los impuestos que les afectan. Y es que, en el fondo, lo que quieren reducir es tan solo el gasto. Construyen un relato absurdo y poco consecuente como el del señor Rosell afirmando que hay muchos ministerios en los que existe un gran número de funcionarios que no tienen ninguna competencia. Todo lo confían a recortes en las partidas de gasto, basándose, según dicen, en la reforma de la Administración pública.

Pero su concepto de la Administración es totalmente reduccionista, entendiendo por tal solamente los empleados públicos que trabajan en las oficinas de los ministerios, y aunque fuese verdad -que no lo es- que en estas áreas se pudiesen hacer algunos ahorros (ya me gustaría a mí que las empresas del Ibex y los bancos aplicasen la austeridad en la misma medida que se aplica en la función pública) su impacto en la totalidad del gasto público sería casi insignificante. Las grandes partidas de gasto son las pensiones, la sanidad, la educación, los intereses de la deuda, el seguro de desempleo, dependencia, policía, ejército, y tantos y tantos servicios más cuya reducción es ya casi imposible, como no sea dañando fuertemente el Estado del bienestar y los mandatos de nuestra propia Constitución. España se encuentra a la cola de los países de su entorno en el porcentaje del gasto público respecto al PIB y, en lógica correspondencia, mantiene las cifras más bajas de presión fiscal.

Las quejas empresariales tienen impacto en el mundo de la política a través de su principal correa de transmisión, el partido de Ciudadanos. No es casualidad que se rumoree que la formación de Rivera es la preferida del IBEX 35. Lo cierto es que este partido se ha opuesto también a la subida de los impuestos con el argumento de que los ajustes deberían hacerse en el gasto; eso sí, después de pedir de cara a la galería que se incremente el gasto social. Bien es verdad que al gasto social al que se refieren es a lo que han bautizado como complemento salarial, lisa y llanamente una subvención a los empresarios. Cuando no se gobierna se pueden mantener las opciones más contradictorias y salir después por el comodín de la reforma administrativa con ideas tan peregrinas y tan fuera de la realidad como la de eliminar las diputaciones. Los dirigentes de Ciudadanos desconocen totalmente la Administración y el sector público. Da lecciones a todo el mundo, pero a la hora de la verdad no quieren ni entrar en el gobierno ni comprometerse con aquellas medidas que son más incomodas como las de subir los impuestos. Habrá que aplicarles lo que Péguy dijo del kantismo, que conservaba las manos limpias porque no tenía manos.

En el culmen del despropósito, los empresarios pretenden insultar al Gobierno tildándole de socialdemócrata. El portavoz de Economía del PSOE, Pedro Saura, recogió en el Parlamento tales críticas para llevar el agua a su molino: “No es que hayamos convertido a Montoro en un rojo peligroso, es que el sello del socialismo español está en nuestros acuerdos con el PP”. La réplica surge de inmediato: es una pena que no pusieran el sello del socialismo español en las medidas fiscales que aprobaron durante ocho años los gobiernos de Zapatero.

Republica.com 30-12-2016



EL RESCATE DE LAS AUTOPISTAS

HACIENDA PÚBLICA Posted on Mar, enero 03, 2017 09:39:33

El nuevo ministro de Fomento ha reconocido algo que se sabía desde hace mucho tiempo, pero de lo que no se quería tomar conciencia, que ocho autopistas de peaje eran totalmente ruinosas y que sus concesionarios se encontraban al borde de la quiebra o de la liquidación. Consecuencia: que el Estado se tiene que hacer cargo de ellas y que la broma va a costar a la hacienda pública más de 5.000 millones de euros. Total, una bagatela. Ahora todos los partidos de la oposición se rasgan las vestiduras y critican con dureza la operación de rescate. Alguien podría decir que “a buenas horas, mangas verdes”.

Iñigo de la Serna va predicando por todas partes que no se trata de un rescate, puesto que no hay una decisión política, sino que constituye una necesidad, la de cumplir con lo pactado. Y en puridad tiene razón, porque el rescate estaba implícito desde el principio, desde el mismo momento en que se realizaron las concesiones y se aceptó en los contratos la cláusula de responsabilidad patrimonial del Estado. Ahora solo queda sufrir las consecuencias, con lo que una vez más se demuestra que en economía y en política, los resultados, buenos o malos, de las decisiones aparecen muchos años después de haberlas tomado.

En este caso fueron Aznar, Álvarez Cascos y Esperanza Aguirre los responsables y es el Gobierno de Rajoy (tras el tránsito de los de Zapatero sin querer afrontar la cuestión) el que tiene que asumir finalmente las consecuencias. En realidad, el trance actual constituye solo los coletazos de un macroproblema mucho más amplio, el de la crisis económica y de las políticas que la originaron. Rajoy y el segundo Zapatero (de 2008 en delante) han tenido que hacer frente, con mejor o peor acierto -más bien con peor- a las dificultades derivadas de las decisiones económicas tomadas en los años anteriores (Gobiernos de Aznar y primer Zapatero).

El asunto de las autopistas de peaje ha resultado de la conjunción de dos ideas disparatadas, ambas provenientes del credo neoliberal, y entroncadas con la Unión Europea. La primera es la creencia de que todo endeudamiento público es nefasto y que la maldad desaparece tan pronto como se convierte en privado. Esa ha sido la causa de uno de los principales errores cometidos en la Moneda Única, limitar e intentar controlar el déficit público en lugar del déficit exterior, bien fuese este público o privado. Tras los criterios de Convergencia y el Pacto de Estabilidad, todos los países se echaron en brazos de la ingeniería contable con el objetivo de manipular las cuentas públicas y engañar a Eurostat haciendo pasar por endeudamiento privado el que en realidad era público.

En plena fiebre del ladrillo el Gobierno de Aznar ideó la manera de compaginar su ansia faraónica de obras públicas con la disciplina en materia presupuestaria que imponía Bruselas. De ahí surgieron la creación del GIF (para la construcción del AVE a Barcelona), las autopistas con peaje en la sombra de Gallardón y la construcción de las autopistas que ahora quiebran. En realidad, estas autopistas siempre han sido públicas y el endeudamiento desde sus orígenes ha sido del Estado. Es muy posible que la iniciativa privada jamás hubiera entrado en ese negocio (para información de los liberales que lo quieren todo privado) si el Estado no hubiese asumido el riesgo. Todo era público, excepto los beneficios que, de haber existido, habrían sido privados.

Y con la socialización de pérdidas y la privatización de beneficios entramos en el segundo aspecto, el de la asociaciones público-privadas que tan de moda están no solo en España sino también en la Unión Europea, ¿Qué otra cosa más que eso es el plan Juncker, que prevé movilizar no sé cuántos millones en inversión sin gastar un solo euro nuevo del presupuesto de la Unión, lo que sin duda es cuadrar el círculo? En todas las áreas en las que coinciden la iniciativa pública y la privada, esta sale siempre beneficiada y perjudicado el erario público, bien sea directamente o bien indirectamente a causa de los ingresos que deja de percibir.

Las fuerzas políticas que tan indignadas se muestran ahora con la quiebra de las autopistas de peaje, cuando ya no existe solución, deberían tenerlo en cuenta en el momento de tomar decisiones en todos aquellos casos en los que se plantean -bien sea en el ámbito europeo, estatal, autonómico o local- asociaciones público-privadas, para huir de ellas y de todo lo que se les parezca.

El capital privado casi nunca suele perder. Tiene instrumentos eficaces para evitarlo. En el asunto que nos ocupa hay que considerar cómo ninguna de las concesiones de las autopistas recayó sobre un banco o una constructora, aunque la mayoría de unos y de otras están en el negocio, pero participan mediante consorcios que apenas disponen de recursos propios, y en caso de dificultades pueden quebrar o liquidarse sin demasiados problemas y sin que el capital privado sufra un gran deterioro. Comportamiento generalizado en el sistema capitalista. Ingenuamente podríamos preguntarnos cómo es posible que tras la crisis del ladrillo la mayoría de las constructoras hayan continuado tan campantes sin que se hayan producido apenas quiebras. La respuesta es obvia. Todas las constructoras tenían sus propias promotoras, sin apenas capital y a las que se podía dejar caer sin que ello afectase a la matriz.

Republica.com 23-12-2016